¿Despedidos por correo? Bienvenidos al nuevo humanismo tech
En la era tecnológica, una práctica cada vez más común y polémica es notificar despidos masivos mediante un correo electrónico. Lo que alguna vez fue la excepción, hoy se convierte en norma: empleados enterarse de su separación vía inbox sin previo aviso ni contacto personal.
¿Por qué sucede?
- Eficiencia organizacional: es más rápido y se comunica simultáneamente a todos los empleados, incluso si trabajan en distintas zonas horarias
- Escasez de recursos humanos: las empresas carecen de equipos de RR. HH. para gestionar despidos individuales de forma personalizada
- Minimizar riesgo: se evitan interacciones incómodas o posibles sabotajes internos durante los anuncios de despido.
¿Cuál es el impacto?
Si bien puede parecer eficiente, este método tiene consecuencias directas sobre las personas y la cultura organizacional:
- Deshumanización: despedir por correo transmite frialdad y falta de empatía hacia quien dedicó años a la empresa.
- Daño reputacional: compañías como Google, Amazon o Meta han sido criticadas por tratamientos abruptos y sin contacto humano en sus procesos.
- Estrés psicológico: la incertidumbre y la soledad del mensaje digital generan ansiedad, baja autoestima y problemas posteriores incluso de salud.
- Cultura tóxica: se erosionan la confianza y el sentido de comunidad; los empleados sobrevivientes viven con temor permanente a ser los próximos.
¿Cómo debería manejarse el despido?
El escenario ideal combina eficiencia y empatía: correo electrónico para la notificación ordenada, seguido de una **conversación humana**, ya sea presencial o mediante video llamada, que permita aclaraciones, acompañamiento y trato digno.
Se recomienda además ofrecer servicios de apoyo como asesoría de carrera, cartas de recomendación o asistencia en la transición, manteniendo la dignidad del empleado y la reputación de la empresa.
Reflexión final
Esta tendencia simboliza un modelo de “nuevo humanismo tech”: eficiencia sin consideración, procesos despersonalizados y decisiones estratégicas sin rostro. Nos alerta sobre el costo emocional de las estructuras digitales que olvidan que detrás de cada cuenta de correo hay una persona.
Aún en tiempos de automatización y trabajo remoto, despedir a alguien por correo electrónico no es progreso: es indiferencia.